Cuando tenía 14 años, tenía baja autoestima. Sentía que no tenía talento.
Un día, compré un yoyo. Cuando probé mi primer truco, se parecía a esto. No podía hacer siquiera el truco más simple, pero eso era lo normal para mí, porque no era diestro y odiaba a todos los deportes. Pero después de practicar por una semana, mis lanzamientos se volvieron más como este. Un poco mejor. Pensé: «El yoyo es algo en lo que puedo ser bueno», por primera vez en mi vida. Encontré mi pasión. Pasaba todo mi tiempo practicando. Me pasaba horas y horas al día desarrollando mis habilidades hasta el nivel siguiente.
Y luego, cuatro años más tarde, cuando tenía 18 años, estaba en el escenario del Concurso Mundial de Yoyo. Y gané. Estaba tan emocionado. «¡Sí, lo hice! Me he convertido en un héroe. ¡Puedo conseguir muchos patrocinadores, un montón de dinero, toneladas de entrevistas, y salir en la TV!» Pensé. Pero después de volver a Japón, nada en absoluto cambió en mi vida. Me di cuenta que la sociedad no valoraba mi pasión. Así que volví a mi universidad y me convertí en un típico trabajador japonés como ingeniero de sistemas. Sentí que mi pasión, corazón y alma, habían dejado mi cuerpo. Sentí que ya no estaba vivo.
Así que empecé a considerar lo que debía hacer, y pensé, quería mejorar mi actuación, y mostrar en el escenario cómo de espectacular podría ser el yoyo para cambiar la imagen pública del yoyo.
Así que dejé mi empresa y empecé una carrera como artista profesional. Comencé a aprender ballet clásico, danza jazz, acrobacias y otras cosas para mejorar mi actuación.
Como resultado de estos esfuerzos, y la ayuda de muchos otros, sucedió. Volví a ganar el Concurso Mundial de Yo-yo en la división de representación artística. Pasé una audición para el Cirque du Soleil. Hoy, estoy en el escenario de TED con el yoyo frente a ustedes.
Lo que aprendí del yoyo es, si me esfuerzo lo suficiente con gran pasión, no hay nada imposible.
¿Me permiten compartir mi pasión con ustedes a través de mi actuación?
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